Observatorio de Realidades Sociales Arquicali

Conmemoración de los cincuenta años de la muerte de Monseñor Gerardo Valencia Cano

Columnista John Freddy Caicedo-Álvarez*
Fundación Guagua – Especialización en Educación en Derechos Humanos – Unicatólica Cali.

Desde varios meses atrás la Arquidiócesis de Santiago de Cali se preparaba para la conmemoración de los cincuenta años de la muerte de Monseñor Gerardo Valencia Cano. El 21 de enero de 2022 personas de diferentes procesos arquidiocesanos, de organizaciones sociales, de derechos humanos y de víctimas, llegaron a la Plazoleta Jairo Varela donde el equipo de trabajo del Observatorio de Realidades Sociales estaba esperando.

Las personas más cumplidas llegaron a las 5:30 a.m., otras antes de las 6:00 de la madrugada. Con el cupo atendiendo las medidas de salud pública actuales, salieron los dos primeros buses. Esperando a quienes aún no habían llegado a la cita pero venían en camino, el tercer bus salió un poco después.

Llegamos al Distrito de Buenaventura donde ya la procesión había iniciado. Afortunadamente logramos participar en una parte del recorrido hasta la llegada a la catedral San Buenaventura, un edificio amarillo y rojo de gran belleza arquitectónica.

«Ya lo decía Monseñor Valencia Cano y tantas otras voces proféticas: El cristianismo es un testimonio de vida, una forma de asumir la experiencia de lucha por la justicia y la dignidad».

Mujeres y hombres de todas las edades y con distintos roles dentro de la Iglesia y la sociedad estaban ya en la catedral o venían con la procesión. También había personas no creyentes participando con respeto y compromiso. Ya lo decía Monseñor Valencia Cano y tantas otras voces proféticas: El cristianismo es un testimonio de vida, una forma de asumir la experiencia de lucha por la justicia y la dignidad.

En el entre tanto de los últimos preparativos logísticos para la celebración eucarística, la delegación de Cali tomó unos minutos para tomar el desayuno que compartió el Observatorio de Realidades Sociales y hasta un tinto que desde la capital del Valle del Cauca viajó con la peregrinación.

Es muy importante destacar que entre las personas presentes en la catedral estaba el pueblo afrocolombiano y el pueblo indígena por el que Monseñor Gerardo Valencia Cano tanto trabajó y de quienes aprendió muchísimo.

Así mismo, es necesario resaltar que entro los sacerdotes y las religiosas estaban personas del pueblo negro, como símbolo de las luchas contra el racismo que en los últimos cincuenta años se han dado en todos los campos de la sociedad.

A las 10:14 de la mañana inició la celebración eucarística con la presencia de religiosas y sacerdotes. Presidida por Monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya, obispo de la Diócesis de Buenaventura, y acompañada por Monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali y por Monseñor Edgar de Jesús García Gil,  obispo de la Diócesis de Palmira.

La caminata de entrada fue liderada por las mujeres cantoras que levantaron un número 50 de color dorado y ramos de flores blancas y amarillas tejidas con adornos verdes, recreando los colores de la bandera de Buenaventura. Al arrullo de sus cantos avanzó el sacerdote con el candelabro de incienso y después de él los tres obispos y un gran número de presbíteros.

Durante la reflexión de entrada se recordó que Monseñor Gerardo Valencia Cano fue el primer obispo del entonces Vicariato de San Buenaventura. Mencionando también que la fortaleza de su profetismo y compromiso con los desheredados de la tierra sin duda tuvo relación directa con el Concilio Vaticano II, uno de los hitos históricos más importante de la Iglesia Católica mundial, en el cual entre 1959 y 1965 se discutió a fondo sobre las realidades sociales, económicas, políticas y culturales de la humanidad. Monseñor Valencia Cano participó entre 1962 y 1965.

Claro está que para ese momento Valencia Cano tenía en su haber pastoral, intelectual y profético su experiencia con las comunidades indígenas del Vaupés recabada entre 1949 y 1953 y lo cosechado con las comunidades afrocolombianas e indígenas de Buenaventura desde el 24 de mayo de 1953.

La voz desde el púlpito resuena en la catedral cuando Monseñor Rubén Darío dice Hermano Mayor, el título de honor que su pueblo le ha dado a Valencia Cano. Ese pueblo marginado, sojuzgado y menospreciado por los poderes hegemónicos. Poderosos ante los cuales el Hermano Mayor habló con voz fuerte denunciando las inequidades y opresiones y reclamando dignidad. A tal punto está grabada su huella en la memoria colectiva del Pacífico que se habla de su humanidad como una Revolución Educativa que atravesó los ríos, los esteros, los barrios, las veredas y el mar.

A las 10:30 a.m. se hizo la oración del perdón y rememorando el testimonio de Monseñor Valencia Cano, se invita a los presentes a ser humildes en la aceptación de nuestros errores, debilidades e incoherencias.

Entre el silencio de la oración emerge la belleza de los cantos de las mujeres negras acompañadas de tambores y marimba y animadas con las palmas y voces de toda la comunidad presente.

«el Hermano Mayor dio su vida para proclamar el evangelio entre y con los más pobres».

A las 10:36 desde el púlpito Monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya comenta a sus feligreses que se colocó en cada una de las columnas de la catedral un pendón con las obras fundadas por Monseñor Valencia Cano, pero, aclara que las columnas no fueron suficientes. Y reitera que el Hermano Mayor dio su vida para proclamar el evangelio entre y con los más pobres. Su vida entera fue un ejercicio de creatividad y fuerza buscando el cambio y la transformación de las estructuras de opresión por nuevas realidades de dignidad humana para todos y todas.

A las 10:41 a.m. se inicia la proclama de las lecturas. La primera corresponde a un texto de Amós. Una crítica profunda a la idolatría y a la hipocresía: “¡Luego entreguen sus ofrendas voluntarias para poder jactarse de ello en todas partes!”. El Salmo se leyó a las 10:43 a.m. Y su estribillo retumbó en la voz de todos y de todas: “Acuérdate de mí señor por amor a tu Pueblo”. La lectura la hizo una mujer negra y cientos de mujeres la escuchaban y observaban con respeto. Muchas de ellas de la Pastoral Afrocolombiana de Cali en cuyas camisetas estaba a sus espaldas una frase preciosa: “Nuestra Espiritualidad es fuerza transformadora de la realidad”.

Antes de dar paso a la lectura del evangelio, la voz de las mujeres cantoras lleno el templo de fuerza colectiva. A las 10:47 a.m. un sacerdote afrocolombiano leyó el Evangelio según San Lucas. En el cual se nos habla de Jesús en la Sinagoga, en Belén, entre su gente y en su territorio. Es la Palabra relatando que Jesús vino a evangelizar a los pobres, a dar libertad, a ayudar a mirar, a liberar de la opresión y a declarar el año de gracia, como ese periodo en el cual los pueblos reconstruyen los tejidos rotos, buscan superar la desigualdad y reiniciar un camino como hermanos y hermanas.

La homilía en la voz de Monseñor Rubén Darío Jaramillo Montoya inició un poco antes de las 11:00 a.m. Monseñor Rubén Darío gritó a voz herida la consigna de la Conmemoración: TODOS SOMOS UN SOLO PUEBLO. Como principio que Monseñor Valencia Cano nos heredó.

Monseñor Rubén Darío denuncia en su reflexión que los esteros, barrios y veredas del Distrito de Buenaventura están convertidos en territorios bañados de sangre. Que la coyuntura actual es de crecimiento de la guerra en el Pacífico colombiano. Que a diario la violencia está dañando a las comunidades.

Ante ello convoca a la memoria de Monseñor Valencia Cano en la sangre de sus familiares presentes hoy en la catedral. Y luego declara. Su sangre corre también entre los pueblos y territorios del Vaupés y Buenaventura donde vivió su apostolado. Donde fue obispo, profeta, hermano, misionero y padre. Reitera que por estos territorios pasó una revolución llamada Gerardo Valencia Cano.

«En Monseñor Valencia hubo una síntesis entre la dulzura de la intención de cambio con la firmeza de la actitud de lucha por esos cambios profundos»

Su vida fue el del hacer posible la voluntad, el proyecto y el sueño de Dios para su pueblo. De ahí su sencillez ante los humildes, de quienes decía aprender tanto, a la par de pronunciar su voz fuerte y categórica ante los opresores y quienes ostentan riquezas acumuladas con la explotación de las personas y la naturaleza. En Monseñor Valencia hubo una síntesis entre la dulzura de la intención de cambio con la firmeza de la actitud de lucha por esos cambios profundos que se necesitan con urgencia manifiesta.

En relación con el Evangelio de San Lucas, de muchos modos Monseñor Valencia Cano desde sus diversos proyectos trabajó por ayudar a abrir los ojos de quienes están ciegos, no en el sentido de la vista, sino en la capacidad de descubrir las causas de los problemas y organizarnos para su solución porque es insuficiente quedarnos en la denuncia de las consecuencias de la desigualdad.

Monseñor Rubén Darío cierra recalcando que el papel de Monseñor Valencia Cano fue el de anunciador, mensajero e intérprete y que su obra e ideas están vivas en sus hechos concretos. Por último insiste en que la voz, el testimonio, los escritos y la santidad del Hermano Mayor son esenciales para reconstruir a Colombia porque “nuestro país se está desmoronando por la violencia y la avaricia”.

«El vivir la fe como compromiso sustentado por la esperanza»

Tras la homilía se hicieron las peticiones a las 11:09 de la mañana. Por la humanidad, por el Papa, por los obispos, por los difuntos y por las víctimas de asesinatos, desapariciones forzadas y demás hechos atroces. También hubo una petición por Monseñor Valencia Cano y una última por nosotros y nosotras para que Dios nos ayude a encontrar una estrategia de defensa de las personas discriminadas y de la diversidad de los ecosistemas del territorio. El vivir la fe como compromiso sustentado por la esperanza.

A las 11:13 se compartieron las ofrendas. Un hombre afrocolombiano presentó lo que él recordó fueron las cinco C de Monseñor Gerardo Valencia Cano: cacao, caucho, chontaduro, coco y caña. Para Monseñor eran bienes clave para la autosuficiencia de las comunidades.

Una segunda ofrenda fue el testimonio de un catequista mayor que fue formado por Monseñor Gerardo Valencia Cano en la región del río Naya. En su testimonio habló de las jornadas extenuantes de Monseñor, al punto que en muchas ocasiones llegaba rendido a una u otra vereda, donde las familias lo cuidaban para que pudiera reponerse y seguir el camino.

La siguiente ofrenda fue un cuadro de Monseñor Valencia Cano entregado por Rubén Darío Gómez, director del Observatorio de Realidades Sociales de la Arquidiócesis de Cali. Quien en su intervención agradeció la hospitalidad y llamó a estudiar y conocer la palabra y ejemplo del Hermano Mayor.

Las madres y padres de las víctimas de la represión durante el Paro Nacional en Cali ofrendaron un estandarte rojo, símbolo de la sangre que sus hijos e hijas entregaron en su lucha por los derechos del Pueblo. En la voz de una de las madres se escuchó que los jóvenes ofrendaron la vida por una Colombia diferente. A esa voz Monseñor Rubén Darío le manifestó con ternura y respeto que desde Buenaventura las madres que en las veredas, esteros y barrios han perdido a sus hijos e hijas, también se suman a sus búsquedas.

Una estudiante de la Escuela Normal hizo memoria del aporte fundamental de Monseñor Valencia Cano en la formación de maestros. Desde las bancas de la catedral la escuchaban un gran número de profesores y profesoras que portaban una camiseta que en la espalda decía: ¡QUE ORGULLO SER MAESTRO!

Las mujeres de la Unión de Seglares Misioneras USEMI ofrendaron su proceso y su compromiso para defenderlo y fortalecerlo. Finalmente se ofrendó una revista sobre Monseñor Valencia Cano y los mercados como solidaridad para aliviar un poco el hambre de muchas familias de la comunidad.

A las 11:44, a pocos minutos del medio día, se dio paso al Padre Nuestro y el gesto de la Paz. Minutos más tarde las personas pasaron a la comunión y faltando un minuto para las 12:00 m., las sobrinas de Monseñor Gerardo Valencia Cano le llevaron hasta su sepulcro al lado izquierdo de la catedral, una ofrenda floral.

Finalmente, a las 12:22 p.m. tomaron la palabra el Alcalde de Buenaventura para pedir apoyo ante las gravísimas situaciones que enfrenta el territorio y para trabajar en una salida política y negociada al conflicto, concretamente a través de la realización de diálogos regionales. En seguida, Monseñor Darío de Jesús Monsalve se sumó al llamado del Alcalde Víctor Hugo Vidal. A su vez en sus palabras enfatizó en el inicio del proceso de Beatificación de Monseñor Gerardo Valencia Cano. Es bueno indicar que las dos últimas intervenciones merecen su propio análisis en extenso.

Dejando atrás la catedral, la delegación de Cali fue a buscar almuerzo. En un restaurante nos recibieron y organizaron una mesa larga para que todos y todas pudiéramos estar en comunión. Almorzamos entre conversaciones y bromas. Antes de iniciar el retorno hubo tiempo para recorrer algunos puntos del Puerto. Siendo alrededor de las 3:00 p.m. comenzamos el camino de regreso, llegando a Cali cuando la noche y el día pintaban un cielo de colores intensos. Cada persona vuelve a sus casas con la memoria fértil del pensamiento, testimonio y profetismo de Monseñor Gerardo Valencia Cano, como hecho histórico que es imprescindible comprender y aprehender para las luchas actuales.

*Galería de la Memoria Tiberio Fernández Mafla.

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