Observatorio de Realidades Sociales Arquicali

Reinventarnos en la crisis

Comunista: Luis Fernando Henao Vasquez
 

 

 

Varias estimaciones alrededor de la pandemia coinciden en afirmar que el confinamiento en Colombia será algo que se extenderá por un tiempo mayor al estimado inicialmente. El caso de China, por ejemplo, es muestra que, luego de dos meses de encierro, todavía no son suficientes las medidas, por lo cual han debido mantener las precauciones para que el virus no se extienda de nuevo por el país asiático. En el caso nacional, en medio de la crisis sanitaria y de la zozobra social por las medidas de confinamiento, surge también la inquietud sobre las consecuencias en materia económica y de desempleo.

Lo cierto es que con esta situación, el país ha mostrado sus más profundas grietas, entre las que descuellan las debilidades del instrumentalizado sistema de salud, las precariedades laborales de los profesionales de esta rama, la informalidad laboral de millones de nacionales, las tensiones alrededor de la atención a la población migrante, además de esa actitud segregante y caprichosa entre los mismos ciudadanos, manifiesta a través del rechazo y la exclusión a personas al servicio de la salud, cuando días atrás los estaban aplaudiendo desde los balcones de cientos de apartamentos. Naturalmente que todo lo anterior es de conocimiento general, pero lo cierto es que hoy se muestra con una atmósfera particular, como si la pintura que se ha acostumbrado a mirar, adquiriera ahora para todos un mayor relieve y unas tonalidades aún mucho más dramáticas.

Pero además de dichas grietas, está el infortunio de familias que dejaron o dejarán de percibir ingresos, sea porque dependen de la informalidad o sea porque las empresas para las que trabajan ya no soportan más una carga salarial sin producción. En medio de esto, está también el drama de los dueños de propiedades que dependen de los ingresos de los arrendadores que, a su vez, se encuentran confinados en sus casas sin poder producir. Ahora bien, lo que vemos a esta escala es algo que padece particularmente el país, si se tiene en cuenta que, en medio de la crisis sanitaria, se ha venido acentuando desde tiempo atrás otra por cuenta de un elevado aumento del dólar, que encarece la compra de productos traídos del exterior y, por ende, el costo de vida de muchos hogares, y de las tensiones que sobre el precio del petróleo se vienen agitando en el panorama internacional y que golpean de manera directa la economía nacional.

En lo que a esto último respecta, la disminución del precio del petróleo y la baja demanda del mismo por cuenta de la cuarentena mundial y nacional, hace que exista una sobreoferta que pone sobre la mesa el riesgo de altísimas pérdidas. Se debe recordar que Colombia por mucho tiempo ha dependido de la economía extractiva, particularmente del petróleo como producto principal de exportación, esto a pesar de los continuos llamados a transformar su economía y de ser en la actualidad el país menos diversificado de la región latinoamericana (OCDE, 2019). La consecuencia es que el país verá afectada una buena parte de sus ingresos, toda vez que el petróleo y sus derivados representan casi el 60 % de sus exportaciones (OCDE, 2019; La República, 2019).

También se debe tener en cuenta que el Gobierno nacional basa sus proyecciones en este ingreso para la ejecución anual de su Plan de Desarrollo, para el cual se proyectó un precio de exportación del petróleo por encima de los 60 dólares el barril para el año 2020 (Ministerio de Hacienda, 2020). En la actualidad, el precio de este producto ha caído incluso hasta los 20 dólares el barril (Brent). Esto muestra una reducción de más del 39 % en los precios. A lo anterior se suma que la contingencia del coronavirus ha supuesto un gasto adicional, ubicado por fuera de todo pronóstico, cuyas consecuencias económicas no se ven ahora, pero sí se verán en un futuro no muy lejano, más que todo en lo que al desempleo se refiere.

En medio de la inestabilidad del precio del petróleo, de la depreciación del peso colombiano que termina encareciendo el costo de vida, y de las dificultades económicas por el paro de muchas micro, pequeñas y medianas empresas, la situación obliga a considerar la necesidad de reinventarse y de observar otras oportunidades, que no solo contribuyan a responder a una contingencia, sino que sirvan para vindicar unas estancias marginadas y poco atendidas, de tal suerte que se contribuya a superar una sumisión económica que ha llevado consigo a una servidumbre política, a mirar más allá del sector extractivo como fuente mayoritaria de ingresos, a forzar la creatividad y escalar a otros campos incluso más amigables con la casa común, a integrar la ruralidad con la vida urbana, a plantear alternativas contra la cultura de la ilegalidad que se financia del narcotráfico y la minería ilegal. Se requiere entonces de una política económica que entre en contacto con lo humano y que, en justicia, ponga su mirada de manera especial en el campo y en las potencialidades de este para el fortalecimiento de proyectos productivos de largo aliento, más cuando hoy, junto con los profesionales de la salud, los campesinos se convierten en los otros aliados del cuidado de la vida y el bienestar humano.

Así pues, se llega el momento en que los gobernantes, además de repartir mercados y atender a las contingencias, tengan que dar el paso a trabajar en el diseño de planes programáticos orientados a transformar las economías, toda vez que se evidencia que el problema actual no se limita a la salud pública, sino que también pone de relieve lo orgánico de la situación y la instrumentalización a la que ha estado sometida de tiempo atrás la salud, la educación, la infraestructura y la política, estableciendo que el problema fundamental consiste precisamente en un mal enquistado en el centro mismo del poder. En consecuencia, dependerá en gran medida de nuestra receptividad y capacidad de adaptación que estemos o no preparados para reinventarnos en medio de la crisis para un futuro que exigirá, cada vez más, de un alto nivel de fortaleza institucional, política y social. Tal vez sea el momento y estemos a tiempo.

 

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