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Los amigos de Gerardo

Los amigos de Gerardo que no son ni uno, ni dos sino todo un pueblo y están donde habitan las injusticias, estallan en aplausos ante la posibilidad de que el pueblo bonaverense tenga su primer Santo.

Al primer obispo que tuvo Buenaventura no lo olvidan. Sus amigos, los que aún viven en casas de madera sembradas sobre el agua, a los que los derechos fundamentales les llegan a veces, como llega el agua potable a los barrios, esos amigos aún recuerdan a Gerardo, el hermano mayor, caminando las calles polvorientas de cada rincón del puerto, sin sotana, con mucha humildad y con un profundo amor eficaz por los pobres, los excluidos.

«Él se enfocaba mucho en la vida de los pobres, del necesitado, del despreciado, a él no le importaba el color que fuera, para él, todos éramos hermanos», cuenta Luz Elena Advíncula Sinisterra, que cuando tenía 7 años conoció a monseñor Gerardo Valencia Cano pero que las mayoría de historias que sabe de él las escuchó en su casa, de la voz de su papá, de su mamá, su abuela y su abuelo.

Los amigos de Gerardo, que no son pocos, llenaron hasta la última banca de la Catedral San Buenaventura y otros tantos quedaron de pie. Estaban ahí para conmemorar una muerte que lo sorprendió montado en un avión sobre los cielos antioqueños un viernes 21 de enero de 1972; de eso hace 50 años.

«una revolución que nunca dejará de silenciarse llamada; Gerardo Valencia Cano»

Medio siglo después, en la catedral donde acostumbraba a dar misa monseñor Valencia Cano, le hicieron un homenaje para recordar que su memoria sigue viva, presente en quienes están del lado de los empobrecidos luchando por sus derechos, para traer a la memoria que es “una revolución que nunca dejará de silenciarse llamada; Gerardo Valencia Cano”, como lo dijo monseñor Rubén Darío Montoya, obispo de la Diócesis de Buenaventura.

Con la Catedral a reventar, empezó la misa con el repique del cununo, el tableteo de la marimba, el sonido profundo del bombo y un coro de más de diez cantaoras agitando los guasá que con la potencia de sus voces coreaban al mismo tiempo –«Gerardo Valencia Cano, primer obispo en Buenaventura»

Ese es el coro de la más reciente canción que Luz Elena escribió como un pedido especial que la Diócesis le hizo para la ocasión. Inspirada por Dios y el Espíritu Santo, sumado a su tradición musical, Luz Elena se sentó sola en la intimidad de su cuarto y en media hora tenía ya una nueva composición en ritmo de juga, ritmo que por alegre que parezca, se usa para actos religiosos o funerales. La canción abre con un coro y le siguen siete estrofas con las que ella exalta el trabajo y el servicio que monseñor realizó junto al pueblo de Buenaventura durante 19 años.

Buenaventura sigue siendo un territorio rodeado por el océano Pacífico y un mar de violencias y desigualdades que tienen con el agua al cuello a un pueblo que desea construir futuro.

En las esquinas del “bello puerto”, como dice la letra de la famosa canción del maestro Petronio Álvarez, hoy se ven los mismos rostros que impulsaron a monseñor Gerardo Valencia Cano a emprender ambiciosos proyectos que materializaran una vida digna para el pueblo bonaverense, un proyecto de país que sigue vigente, necesario, urgente.

«todas las huellas positivas que dejamos aquí, en esta tierra, pueden continuar adelante, y eso nos hace seres inmortales»

Hay quienes a pesar de la muerte, que es ausencia del cuerpo, de lo material, trascienden para siempre en cada obra dejada que se vuelve semilla fecunda o como lo dice David Bermúdez, docente de la escuela Normal Superior Juan Ladrilleros, una de las instituciones educativas fundada por monseñor Valencia Cano, “todas las huellas positivas que dejamos aquí, en esta tierra, pueden continuar adelante, y eso nos hace seres inmortales, eso es lo que nos hace permanecer en la historia, eso es lo que sigue significando la presencia de monseñor Gerardo Valencia Cano para nosotros”.

En medio de ese mar de realidades difíciles en los que navegan indígenas, afros, mestizos que viven en el principal puerto de Colombia, la “memoria de monseñor Gerardo Valencia Cano, nos ayuda a fortalecer la esperanza, que es la virtud para estos tiempos de incertidumbre”, dice monseñor Darío de Jesús Monsalve, arzobispo de Cali y uno de los tantos amigos de Gerardo que en medio del homenaje le dice al pueblo de Buenaventura: “Gerardo, como quisiéramos verte algún día en nuestros altares como San Gerardo Valencia Cano, el obispo de Buenaventura”.  Los amigos de Gerardo que no son ni uno, ni dos sino todo un pueblo y están donde habitan las injusticias, estallan en aplausos ante la posibilidad que el pueblo bonaverense tenga su primer Santo.

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