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Palabras peligrosas


Columnista Yesid Idrobo

Con la movilización social activándose poco a poco, con las ciudadanías en las calles manifestando sus descontentos ante los horrores que suceden en Colombia, las declaraciones de diversos miembros del gobierno, en las que relaciona al Eln con los hechos de violencia ocurridos en Bogotá luego del asesinato de  Javier Ordoñez a manos de la policía, coloca en riego las vidas de quienes salen a ejercer su legítimo derecho a la protesta.

Relacionar a quienes protestan con la guerrilla, implica concebir como enemigos a quienes en una expresión democrática se movilizan, asunto que resulta muy peligroso en un país en el que, en tan solo una noche de protestas, 13 manifestantes fueron asesinados por policías, tal y como lo muestra un video difundido por la revista Semana.

Las palabras de varios funcionarios del gobierno Duque son un viejo discurso con respuestas simples y violentas ante un país que se moviliza cansado de la barbarie, la continuidad de la guerra, el mal gobierno y una inexistente política de Paz.

Hace un par de años, el gobierno hablaba de un Eln en vía de extinción, con pocos hombres en armas y arrinconado en la ruralidad de un puñado de municipios. Ahora, resulta que la agonizante guerrilla tiene la capacidad de dar órdenes a través de sus medios digitales y movilizar de manera sincrónica a miles de personas en Bogotá y otras ciudades.

Volvemos al pasado en el que el discurso oficial fortalece la idea de un enemigo interno, doctrina bajo la cual se han ejecutado interceptaciones ilegales adelantadas por oficinas de espionaje desde instalaciones militares, judicializaciones del liderazgo social y en general todo un plan para perseguir al que piensa diferente, al que debate, a los contradictores.

Lo dicho por distintos integrantes del gabinete del presidente Iván Duque, ampliamente difundido por el eco de grandes medios de comunicación, construye como enemigo a quien diverge,  lo que legitima en últimas el uso de la fuerza y la violencia, de la cual son bien conocidas sus devastadoras consecuencias.

Ante un panorama de importantes movilizaciones que rechazan la violencia y en general se desarrollan de forma pacífica como expresión legitima de la democracia, conviene no estigmatizar la protesta social, no hacer de los jóvenes que marchan los chivos expiatorios que representan una amenaza para el país, conviene en aras de construir una Nación en Paz superar esas políticas que abren las puertas del pasado.

El espacio público, las calles, son un escenario para avivar las ciudadanías y con ello el fortalecimiento de los principios democráticos que son principio para cerrar el paso a las violencias.

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